Para abrir nuestro corazón, tenemos que dejar atrás el miedo a entregarnos plenamente a la vida. La contracción nos mantiene en un estado constante de presión, defensa y miedo. A nivel celular e inconsciente, estamos gobernados por el miedo. Así que estamos programados para evitar, contener y retirarnos.
Aprendimos el miedo muy pronto en la vida, a veces en el vientre materno; como una reacción cuando nos encontramos con algo desconocido, aún no experimentado. Si bien es cierto que en la primera infancia carecíamos de muchas habilidades para enfrentarnos a experiencias nuevas o desafiantes, como adultos estamos equipados con todas las herramientas necesarias para involucrarnos plenamente en la vida en todas sus facetas.
Sin embargo, seguimos bajo los dictados del miedo mientras permanezcamos con la armadura física, y seguimos evitando vivir en plenitud. Con el miedo también cerramos el corazón. Sin embargo, la vida misma es benévola, expansiva y nutritiva. Sólo cuando nosotros también estamos expansivos y relajados podemos abrir nuestro corazón y participar plenamente en la vida. Nuestro corazón es un órgano importante de percepción, aceptación y conexión, y de expresión personal.
Con el corazón abierto somos personas amorosas y estamos conectados.
Con el corazón cerrado, nos quedamos a la defensiva y solos. En la medida en que dejamos nuestra armadura, también nos despojamos de nuestra actitud defensiva y del miedo. La vida se vuelve más inmediata, amigable y nutritiva, y nuestros corazones pueden abrirse.